El misterio de Sampedro
¿Por qué siempre en la cama?
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Soy tetrapléjico con una interrupción
medular completa a partir de la cuarta vértebra cervical, consecuencia
de un accidente de tráfico que sufrí en 1991 cuando tenía
38 años. En absoluto estoy de acuerdo con Rod Usher, como el
resto del colectivo de tetrapléjicos españoles, que no
terminan de creerse que Ramón Sampedro tuviera una interrupción
medular a partir de la séptima vértebra cervical. Se trata
de una lesión de las más favorables y con mejor pronóstico
entre las que padecemos los tetrapléjicos. Así lo demuestra,
por otra parte, el buen estado general que tenía Ramón
Sampedro tras 29 años de enfermedad.
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¿Por qué siempre en una cama, entonces?,
se pregunta cualquiera, conocedor de las capacidades de un hombre en
su sano juicio aunque falto de movilidad. He aquí el misterio
de Sampedro: el misterio de la libertad individual, el misterio de poder
y no querer. ¡Si yo tuviera una lesión como la suya...!,
clamamos algunos. Es importante dejar claro, que hay muchos tetrapléjicos
con lesiones más severas manejando una silla de ruedas con el
solo impulso de sus brazos. Trabajan, se ocupan de sus familias, de
sus amigos, piensan -en definitiva- en tantas cosas que pueden hacer
en la vida, con la técnica actual y el apoyo humano necesarios,
que no faltaron a Ramón.
Me permito entresacar unas frases del libro que publiqué
a raíz de mi accidente: "Yo no podía, no debía,
buscar el mero sentirme cómodo o lo menos contrariado posible
entre mis cuatro paredes, como si no pudiera hacer otra cosa, como si
ya nadie esperara nada de mí. Si hubiera caído en ese
planteamiento, habría condenado mi vida al lamento permanente
como telón de fondo. Consentir en esa visión tan negativa
de mi situación, supondría -aparte de pactar con una falsedad-
autocondenarme al victimismo. Ir por el mundo con complejo de víctima,
como dando pena, se me hacía poco gallardo y un tanto falso,
porque veía con claridad que teniendo la cabeza sana no había
razón para no utilizarla con provecho" (SOBRE LA MARCHA, p. 55).
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No sentirse víctima
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Me temo que Sampedro pensaba casi sólo en el
conjunto de sus desgracias y por eso sufría demasiado. No quiso
o no supo mirar hacia adelante. No logró advertir que la vida
nuestra es grande porque es humana y que, bastantes veces, los retos
que nos presenta son ocasión de un desarrollo mayor.
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