Después del accidente siguió la vida

 

Luis de Moya: «Vale la Pena seguir viviendo»

 

Pamplona. Ricardo del Pozo ABC, sábado, 11.III.95

El acerdote navarro quedó tetrapléjico en 1991 debido a un accidente de tráfico. Actualmente, a pesar de la parálisis, da clases de ética en la Univeridad de Navarra

 

Es sacerdote del Opus Dei vive en Pamplona. Luis de Moya era capellán de la Escuela de Arquitectura de la Universidad de Navarra, donde daba clases de Teología a los futuros arquitectos y ejercía su ministerio sacerdotal. En la Semana Santa de 1991 sufrió un accidente de tráfico, «me debí dormir y me salí de la carretera, cuando volvía de visitar a mis padres en Ciudad Real». Quedó tetrapléjico y ahora sólo puede mover la cabeza. A pesar de todo, su vida no se ha parado: escribe en un ordenador con la boca, mueve su silla de ruedas con la barbilla y celebra Misa cada día. Y piensa que todavía le queda mucho por hacer.

 

 

 

No cambia por no moverse lo fundamental de la persona

 

--¿Cómo reaccionó cuando comprendió lo que había pasado y el cambio que significaba en su vida?

--Cuando pude ser consciente, ví que no había cambiado nada de lo fundamental para mí. Fui muy realista y entendí enseguida lo que supone una lesión de tipo medular: la parálisis y la insensibilidad. Entonces comprendí que no iba a poder andar, ni mover los brazos, que a duras penas iba a poder sostener la cabeza y que tendría que mantener el equilibrio con la ayuda de una silla de ruedas. Pero sabía que yo era el mismo, a pesar de todo. Tendría que apoyarme en todas las ayudas con las que pudiera contar y, sobre todo, en la fuerza de Dios. Lo dramático hubiera sido perder el destino eterno, perder la fuerza de Dios.

 

 

El apoyo de muchos que me quieren

 

--¿Cuál fue la reacción de las personas que estuvieron a su lado en aquellos momentos?

--Los que estuvieron mas cerca de mi fueron las personas del Opus Dei, los médicos y mis padres. A mis padres los tuve cerca desde el principio, hasta que les dije que se fueran. Estuve en la Unidad de Cuidados Intensivos durante mes y medio, y una UCI no es sitio para los padres del enfermo. En todo esto, vi lo que es en la práctica el desvelo de la familia, porque lo que mis padres eran incapaces de hacer, por más que hubiesen querido, lo hacian las personas del Opus Dei. La actitud de los médicos, serena y equilibrada también me tranquilizó mucho. Pasaron diez meses hasta que pude salir de la Clinica Universitaria de Navarra. Me siento muy agradecido a todos ellos.

 

 

 

Como siempre, dueño de mi destino

 

Libre y sacerdote

A pesar de la dolorosa experiencia, Luis se sabe libre y responsable de su destino. Este sentimiento de libertad y su vocación sacerdotal han sido los factores que le han ayudado a mirar al futuro con optimismo.

--Después del accidente pasó una época muy complicada, ¿qué le empujó a seguir adelante?

--Por una parte, que me sentía libre, dueño de mí mismo y de mi destino. Sabía que mi vida era para Dios, así habla sido concebida, y podía echarlo todo a perder, desesperándome o llenándome de orgullos.

En segundo lugar, yo era sacerdote para los demás. Eso siempre tiró de mí hacia arriba. Veía que todavía tenía mucho que hacer. Estaba inmovilizado, pero no tenía la boca tapada. Podía leer, escribir, estudiar y estar al tanto de lo que pasa en el mundo. Y, en función de eso podía ayudar a la gente.

 

 

 

El presente y un futuro ilusionado

 

--¿Que tipo de vida lleva ahora, después de recuperarse del accidente?

--Mi vida es bastante lineal. Me levanto relativamente pronto para hacer un rato de oración antes de la Misa que concelebro cada día. Después de desayunar, tres dias a la semana voy a una sesión de rehabilitación a la Clínica y, los restantes, trabajo con el ordenador, estudiando o leyendo. Sobre las once salgo hacia Derecho, donde estoy confesando durante un rato. Despues, vuelvo a casa y sigo leyendo o escribiendo, hasta la hora de comer. Al terminar, tenemos un rato de tertulia en el colegio mayor Aralar, donde vivo. Antes lo hacía en el de Belagua, adonde voy diariamente después de la tertulia para realizar unas charlas espirituales, hasta las ocho, cuando regreso a casa.

--A partir de este mes volverá a dar clases a los alumnos de Arquitectura.

--Si, eso parece. Pero mi ilusión es que puedan construir lo antes posible un ascensor para poder ir al oratorio, que se encuentra en la primera planta. En cuanto a las clases no habrá problemas, ya que las aulas están en la Planta baja.

 

 

Ser conscientes de lo que valemos y por qué es el secreto de la felicidad

 

Ser feliz

--A pesar de que sólo puede mover la cabeza, es una persona feliz, ¿cuál es su truco?

--Si la qente no es feliz, en buena medida es porque no se dan cuenta de lo que tienen. A ninguna persona, por poco que tenga, le falta Dios. O por lo menos, no hay nadie que no pueda encontrar a Dios si lo ha perdido. Dios es lo mas valioso y, al mismo tiempo, lo más barato, lo que menos cuesta. Y además, Él nos ayuda a encontrarle.

El problema no es que Dios esté muy alto, sino que los hombres estamos demasiado pendientes de nosotros mismos, y nos agotamos en cultivar el propio yo. Por eso, no captamos a Dios y no somos felices. Para serlo no hay más que quererse a uno mismo en la justa medida, no mas de la cuenta. Si uno se quiere demasiado está poniendo todos los medios para no ser feliz. El olvido de sí es una condición para acordarse de Dios.

 

Debate sobre la eutanasia

El debate sobre la eutanasia planea sobre la sociedad. En Holanda, ya es posible terminar con una vida humana amparándose en «problemas psíquicos». Desde diversos sectores de la sociedad se alzan voces que reclaman una muerte «digna» para los enfermos terminales, sin cortapisas legales para las personas que les asistan. Frente a esta pretensión, el Vaticano ha reiterado su oposición a la eutanasia al considerar que la vida humana está en manos de Dios y que tan sólo a Él corresponde concluirla. Desde su silla de ruedas, Luis Moya está capacitado para opinar.

 

 

 

Consentir en la eutanasia supone animalizar al hombre

 

--¿Qué consejos les daría a las personas que están atravesando una situación como la suya?

--Mi experiencia es que vale la pena seguir viviendo. A pesar de que me faltan algunos alicientes importantes, que se suelen considerar necesarios para una vida maravillosa, pienso francamente que mi vida vale la pena. Al menos para mí. Aparte de que también tenga interés para otros, porque les puedo servir. No me considero un desgraciado. Me parece que no encontrarle sentido a la vida de las personas supone animalizar al hombre, reducirlo a estado de res. Igualar su vida a la de los animales, que tienen interés en cuanto a experimentos o piel para cinturones. En sí misma, la vida de los animales no tiene más. No podemos pensar que la vida del hombre es algo tan puramente coyuntural como la piel de cocodrilo o la carne de las vacas. Me parece que nuestra vida es algo más que lo puramente dinámico, que las risas, que los placeres, que los movimientos.

Como el Papa dice en su último libro, el hombre supera infinitamente al hombre. Hay algo en él que no es de dimensiones humanas. Por eso, cualquier vida es sagrada, aunque sea muy pequeña, muy deficiente, aunque esté a punto de morir. Y no podemos acabar con ella. Mi vida tiene un destino y no tengo derecho a hacer con ella lo que quiera.

 

 

 

Somos una ocasión de oro para la familia

 

 

 

--Para los enfermos terminales o para las personas disminuidas es fundamental verse rodeados de cariño. ¿Qué ocurre con los que no disfrutan de ese cariño?

--Realmente lo tienen difícil pero deben tener en cuenta que Dios no espera de ellos más de lo que pueden hacer. Que tengan presente el ejemplo de Jesucristo, a quien también le faltó el cariño cuando le crucificaron y no renegó de la humanidad. Si los demás no te comprenden, hay que pensar que estamos hechos para Dios. Ellos no aprovechan esa oportunidad de amar, de ayudar, de animar que les haría grandes. Hay que rezar por ellos para que Jesucristo les perdone.

--¿Qué les dice a las familias que tienen algún miembro disminuido o con una enfermadad incurable?

--Primero, que lo siento. Me hago cargo de que supone un gasto, no sólo material sino tambien humano. Pero, con más fuerza les doy la enhorabuena, porque han recibido un don de Dios, que es una continua vocación de amar. Deben ayudarle a enfocar su situación.

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