El frecuente empleo de expresiones
equívocas
El médico no colaborará en el
suicidio voluntario sino atenderá al morir de sus
pacientes
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Declaración de la Comisión
Central de Deontología de la Organización
Médica Colegial
Marzo de 1986
En artículos y programas hablados se
emplean con frecuencia las expresiones "ayuda a morir" o
"muerte digna". Tales expresiones son confusas, pues, aunque
tienen una apariencia aceptable, esconden frecuentemente
actitudes contrarias a la Etica Médica.
Además, tienden a borrar la frontera que debe separar
la asistencia médica al moribundo de la eutanasia. La
asistencia médica al moribundo, es uno de los
más importantes y nobles deberes profesionales del
médico, mientras que la eutanasia es la
destrucción deliberada de una vida humana, y aunque
se realizara a petición de la víctima o por
motivos de piedad en el que la ejecuta, no deja de ser un
crimen que repugna profundamente a la vocación
médica sincera.
A tenor de lo que se establece en
los artículos 116 y 117 de nuestro Código de
Deontología Médica, el médico
está obligado a desempeñar su genuina
función de ayudar y atender al morir de sus
pacientes, por medio de un tratamiento competente del dolor
y de la angustia. Ha de empeñarse en procurar el
mayor bienestar material; ha de favorecer, según las
circunstancias, la asistencia espiritual y el consuelo
humano al moribundo; prestará también su apoyo
a los allegados de éste. El médico
también dignifica la muerte y la ayuda, cuando se
abstiene de tratamientos dolorosos e injustificados, y
cuando los suspende porque ya no son útiles.
Pero el médico
traicionaría su vocación de sanador y de
protector de la vida humana, si acabara con un enfermo o
colaborara a su suicidio voluntario. Nunca puede el
médico provocar deliberadamente la muerte: la
Medicina no está para eso. Aunque alguna Ley lo
permitiera, jamás el médico podrá usar
el poder y las prerrogativas que la sociedad le ha concedido
para ejecutar una pena capital ordenada por un tribunal de
justicia, o para suprimir la vida de un enfermo, aunque se
lo solicitase él, o su familia, o un comité de
cuidados hospitalarios.
Un médico es culpable de una
grave infracción deontológica si se niega a
prestar a un moribundo una asistencia médica
competente y, sobre todo, si se arroga el poder desorbitado
de destruir voluntariamente una vida humana.
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