Condenado
por asesinato |
"Deben
acusarme. Si no lo hacen, se entenderá que no creen que se trate
de un crimen. No necesitan más pruebas, ¿o sí?".
Con estas palabras, Jack Kevorkian o el "Doctor Muerte", desafió
a las autoridades del estado norteamericano de Michigan y firmó,
sin saberlo ni esperarlo, su sentencia a 25 años de cárcel
en el programa televisivo que transmitió un video con su último
"suicidio asistido".
A seis meses de su condena por asesinato en segundo
grado, ya no son sólo sus teorías sobre el "derecho
a morir" las que causan controversia, sino los oscuros rasgos
de su personalidad y su enfermiza pasión por la muerte, las
que han llevado a cuestionar la imagen que incluso se difunde
en América Latina de que, de alguna forma, Kevorkian
podría ser un incomprendido y adelantado idealista.
|
Según
un estudiado plan |
Gira
latinoamericana
En las últimas
semanas, los planteamientos de Kevorkian a favor del suicidio asistido
llegaron a varios periódicos latinoamericanos a través
de uno de sus "embajadores ideológicos" de gira en
la región. En efecto, el escritor y periodista inglés
Derek Humphry llegó a Colombia para promover la eutanasia y
apoyar la labor de la Fundación Pro Derecho a Morir Dignamente,
la misma organización que realizó una intensa campaña
en 1997 para lograr que la Corte Constitucional convirtiera a Colombia
en el único país de América Latina que despenaliza
la aplicación de la muerte "a pedido" por parte de
un médico.
Estrategia
Con una actitud menos
desafiante que la del "Doctor Muerte" en Estados Unidos,
haciendo uso de un tono no confrontacional, un marcado relativismo
jurídico y una voz suave, Humphry lanzó su campaña
para presentar a Kevorkian como un "genio" incomprendido.
El inglés concedió entrevistas a todos los medios interesados
y ofreció una conferencia en la que alegó respetar a
los que opinan "distinto de mí" y tener claro "que
en este país hay un gran arraigo de los principios y de los
líderes católicos, los cuales, por supuesto, se oponen
a la eutanasia". Sin embargo, el inglés señaló
que era posible "respetar y reconocer también" el
"aporte" de Kevorkian "a un derecho tan importante
como el derecho a morir dignamente".
|
Desequilibrado
mental y sádico |
¿Pensador
o psicópata?
Pero la verdadera
historia de Kevorkian, poco conocida para la mayoría del público,
incluso en Estados Unidos, revela un sujeto radicalmente diferente
al del "profeta adelantado" que ha venido difundiendo la
macabra propaganada de Humphry. En efecto, desde su años de
estudiante, Kevorkian era visto por sus compañeros como un
sujeto por lo menos "inquietante", incluso respecto de la
plenitud de sus facultades mentales. No por casualidad consiguió
el apelativo de "Doctor Muerte" apenas graduado, y no en
los últimos años, como la mayoría piensa.
Extrañas
aficiones
Fanático relator
de las masacres de sus antepasados armenios a manos de los turcos
en la Primera Guerra Mundial y defensor del holocausto nazi porque
"jamás podrán volver a hacerse los experimentos
con humanos" de los campos de la muerte, Kevorkian se convirtió
en el centro de atención de compañeros y jefes más
por sus extrañas aficiones que por sus innovaciones médicas,
desde que era residente de patología en un hospital de Detroit
durante la década del cincuenta. Natural de Pontiac, Michigan,
el novato Kevorkian hacía rondas especiales en busca de pacientes
moribundos para mantenerles los párpados abiertos con cinta
adhesiva y fotografiar sus córneas con el fin de observar si
los vasos sanguíneos cambiaban de aspecto en el momento de
la muerte, todo ello obviamente sin importarle la dignidad del moribundo.
|
Una
permanente obsesión |
Sin
límites
Convencido de que
ningún experimento era demasiado descabellado, a principios
de los sesenta ya ensayaba transfusiones de sangre de cadáveres
a personas vivas, buscaba permisos para experimentar con reos condenados
a muerte por considerar "un privilegio único hacer pruebas
con un ser humano que va a morir" y trataba de ampliar tales
experimentaciones a cualquier persona que estuviera "frente a
una muerte inminente e inevitable". Su obsesión por la
muerte también comenzó a ser evidente en su pasatiempo:
la pintura. Imágenes de asesinatos y personas decapitadas eran
su tema constante e incluso llegó a usar su propia sangre como
tinta para manchar el marco de su cuadro titulado "Genocidio".
Problemas
Su trastornada personalidad
le causó despidos sucesivos que terminaron cuando logró
abrir su propia clínica de diagnósticos, la misma que
debió cerrar al poco tiempo porque los médicos se negaban
a remitirle pacientes. Ante las constantes negativas para mezclar
sus experimentos con la patología, decidió inventar
su propia especialidad: la "obitiatría", es decir
la manipulación de la muerte. A partir de 1982, cuando se jubiló,
Kevorkian decidió dedicarse a su carrera de "obitiatra"
proponiendo planes uno de los cuales fue recogido en una publicación
alemana para experimentar con seres humanos desahuciados, incluyendo
la posibilidad de remover un órgano vital o administrar algún
fármaco letal a los "pacientes" que sobrevivieran
a las pruebas.
|
La
cosa parece clara |
¿Asistente
o asesino?
En 1987, cuando no
era más que un fracasado médico jubilado, Kevorkian
inició formalmente su macabro oficio de asistente de suicidios
con un aviso publicitario en el que se presentaba como "médico
asesor de enfermos desahuciados que deseen morir con dignidad"
y saltó a la fama gracias a que los medios masivos cubrieron
ampliamente la invención del Mercitron, un aparato creado en
su propia cocina que se convirtió en la primera máquina
del mundo para suicidarse. Desde ese momento Janet Adkins, Marjorie
Wantz, Karen Shofftall, Margaret Garrish, Thomas Youk y otras decenas
de personas, pasaron a ser nombres conocidos en la creciente lista
de "pacientes" que buscaban terminar los padecimientos de
sus males en plena crisis emocional, víctimas de la obsesión
mortal de Kevorkian, que se preocupó más por verlos
morir que por verificar si estaban realmente enfermos.
Verdugo
El doctor L.J. Dragovic,
médico forense del condado de Oakland, fue quien condujo la
investigación sobre las autopsias. Desde que terminó
su trabajo se niega a considerar como "suicidio facilitado por
un médico", alguno de los casos en los que intervino Kevorkian
inyectando drogas letales o proporcionando monóxido de carbono.
Lo que ha visto le basta y en su opinión, Kevorkian "no
es más que un verdugo múltiple".
|
Al
final no ha convencido |
Prisa
por matar
La tesis de Dragovic
se refuerza en las primeras conclusiones del psicólogo Kalman
Kaplan, director del Centro de Investigación sobre el Suicidio
de Chicago, que actualmente desarrolla un estudio sobre los suicidios
asistidos de Kevorkian. Con 47 casos ya revisados, afirma que "hay
muy pocas pruebas de que Kevorkian haya consultado con el médico
o el psiquiatra de las víctimas", lo que explicaría
la rapidez con la que Kevorkian asistía a sus "pacientes"
pues concertaba los suicidios en uno o dos días después
de la primera cita y evidenciaría una vez más
la tanática obsesión del Doctor Muerte.
¿El
fin?
En tres ocasiones
Kevorkian salió airoso de los liberales tribunales estadounidenses
presentándose como un visionario humanista que sólo
cumplía los deseos de personas sufrientes. Sin embargo, sus
argumentos no convencieron al jurado de Oakland, Michigan, que lo
condenó a una pena de entre 10 y 25 años por el asesinato
en segundo grado de Thomas Youk, un enfermo del mal de Lou Gherig,
que fue transmitido en el programa 60 Minutes de la CBS. Aunque intentó
presentar el video como la justificación absoluta de sus postulados,
perdió la apuesta que planteó a la justicia y sólo
podrá obtener libertad condicional en el año 2007.
|
Por
el momento hasta el 2007 |
Encerrado
Ahora con 71 años
de edad, Kevorkian pasa los días en una prisión de mediana
seguridad en Kincheloe, Michigan, ha empezado a pagar 28 mil dólares
de su cuenta personal como reparación civil y destina 364 dólares
de su pensión mensual al condado para cubrir los gastos de
su encarcelamiento. Mientras su abogado Mayer Morganroth insiste en
apelar la sentencia y el juez de Oakland rechaza la posibilidad de
un segundo juicio, se reduce el número de los que insisten
en verlo como mártir del "derecho a morir" y son
más los convencidos de que Kevorkian es un mero asesino en
la línea de Mengele que finalmente recibió su sanción.
|