Erika, la versión chilena de Terri: profesora lleva 10 años inconsciente
 
Su marido, ex motorista de Carabineros y ex escolta del almirante Merino, la visita todos los días en el Hospital del Salvador.
Él también tiene una nueva pareja, como el esposo de Terri, pero algo profundo los separa: "El está actuando con su mujer como si fuera un animal, cortándole el agua para poder matarla. Yo jamás lo haría".
 
Por Paulina Salcedo G.
 
 


Es otra cosa

Carlos Abarca y su esposa Erika Sotelo.

Así era Erika antes de la tragedia.

        "Un curita me dijo un día: "Ella es un ángel que te acompaña y tú tienes que estar con ella...".

        Tenuemente se escuchan las profundas palabras de Carlos Abarca en una de las salas comunes de Neurología del Hospital del Salvador.

        Los quejidos de los enfermos y la alarma intermitente de una bomba de infusión inundan el lugar y resuenan, como telón de fondo, a la sentida confesión de Carlos, un motorista de Carabineros retirado hace 4 años de la institución policial.

        Hace calor y las seis pacientes de la sala dormitan. Una de ellas transpira profusamente, mientras un pequeño ventilador intenta refrescar el ambiente.

        Carlos saca una pequeña peineta de su bolsillo y, con delicadeza, comienza a cepillar los desordenados cabellos de Erika Sotelo, su esposa desde hace 27 años, pero desconectada de este mundo desde hace 10.

        El lo hace con cariño, pero ella parece no darse cuenta. Tiene la mirada perdida, su rostro se desfigura a ratos como si sintiera algún dolor o malestar, y mantiene sus manos recogidas. Cierra los ojos, y luego los vuelve a abrir, en un ritmo sin sentido de sueño y vigilia.

        Hace exactamente diez años que la conciencia de Erika vaga en otra parte.

Vidas paralelas pero muy distintos destinos

        El 3 de marzo de 1995, por culpa de una supuesta negligencia médica, ella quedó en "estado vegetativo persistente".

        Desde ese día "en que todo se rompió" –como dice Carlos–, sus únicos cables a tierra son una sonda gástrica, por la que recibe los alimentos y líquidos que la mantienen viva, y un pequeño tubo que se asoma por su pecho –una traqueotomía–, que le permite respirar.

        Erika es compañera del dolor, a la distancia, de Terri Schiavo, la mujer estadounidense que ha protagonizado el debate ético y judicial sobre el derecho a la vida más descarnado de los últimos tiempos.

        A ambas las une la inconsciencia desde hace más de una década, y también el depender vitalmente de una pequeña manguera que llene de nutrientes sus desgarbados cuerpos.

        Sin embargo, sus vidas corren por carriles completamente opuestos.

        Erika, la Terri chilena, sigue alimentándose y tiene a su lado a su incondicional marido.

        Terri, en cambio, hace seis días que no recibe alimentos porque su esposo consiguió en los tribunales que lo autorizaran para sacarle la vital sonda y así poder dejarla morir.

"Ella tenía un mal presentimiento"

        A Erika Sotelo le encantaban los niños y así se los hacía sentir a sus alumnos de la escuela diferencial de Erasmo Escala con Libertad.

        Era de carácter fuerte –"le gustaban las cosas correctas"–, y gozaba con la música clásica.

        Con Carlos, motorista de Carabineros que durante muchos años fue escolta del almirante José Toribio Merino, tuvieron un hijo, Carlos, que era su regalón y con el que partía al cine a ver las películas de moda.

        Fue en noviembre de 1994 que comenzó a tejerse su dolorosa historia.

        Erika tuvo que internarse en el Hospital del Salvador "para hacerse un raspaje porque tenía miomas", recuerda su esposo.

        Todos pensaron que el problema había quedado resuelto, pero las persistentes hemorragias que ella sufría alertaron a los médicos, quienes indicaron que lo mejor era extraerle el útero.

        La fecha de la operación se fijó para el 3 de marzo de 1995.

        "Días antes, ella estaba inquieta y decía que tenía miedo de quedar en estado vegetal. Tenía un mal presentimiento. Yo le dije que eso era imposible, que se quedara tranquila y que tuviera confianza de que todo saldría bien", cuenta Carlos.

        La intuición de Erika, desgraciadamente, no falló. Y así lo supo su marido cuando lo llamaron urgente del hospital avisándole que algo grave le había pasado a su esposa.

        Mientras le suministraban la anestesia, ella sufrió un paro respiratorio que, junto con dañar gravemente su cerebro por la falta de oxígeno, la dejó en estado vegetal para siempre.

        "Me dijeron que había sido algo fortuito, pero después, indagando, supimos que hubo problemas y ahora esto es materia de una demanda ante la justicia. Yo creo que le pusieron una sobredosis de anestesia", comenta Carlos.

        Desde ese día, Carlos y su hijo abrigaron la esperanza de que Erika volviera de ese largo viaje.

        "Todos los días esperábamos que ella volviera de su estado inconsciente. Los doctores nos decían que tal vez volvería. Pero, con el tiempo y ahora después de 10 años, comprendimos que esto era irreversible".

"Nunca le he fallado"

        "Cuando le doy un beso y la rozo con el bigote, se ríe. También cuando le hago cosquillas. Y si llego a verla y me pongo a conversar con las enfermeras, se inquieta, como si me escuchara. Pero no puedo decir que alguna vez me haya apretado la mano, comenta con resignación su marido".

        Todos los días, en la mañana y en la tarde, Carlos visita a su mujer.

        La peina, le conversa al oído y le hace cariños. También le lleva los pañales, remedios y aceites para hidratar y masajear su piel y así evitarle las temidas escaras. Ya sufrió una muy grave durante el primer año que estuvo internada, pero después ha andado bien.

        También la mamá de Erika va todos los días al hospital. Y ambos se turnan cuando alguno quiere tomarse unos días de vacaciones.

Ella nunca queda sola.

        "No lo hago por obligación, sino porque así lo siento. Nunca le he fallado y siempre he estado con ella, llueva o truene. Si Erika tiene que partir algún día, creo que me sentiré tranquilo de haber cumplido con ella. Uno tiene que estar en las buenas y las malas, y ésta es la mala que nos tocó.

Familia demanda $300 millones de indemnización

        En la Corte de Apelaciones está el caso de Erika Sotelo.

        Su familia, a través del abogado Tomás Zamora, interpuso una demanda civil en contra del Servicio de Salud Oriente –del cual depende el Hospital del Salvador– por "falta de servicios". El 13º Juzgado Civil de Santiago falló el 26 de diciembre de 2001 a favor de la familia y condenó al servicio a pagar $30 millones por daños morales.

        Sin embargo, los parientes de Erika apelaron pues esperan una indemnización de $300 millones.

        También se entabló una querella criminal por negligencia en contra de los médicos que la atendieron, pero el caso no prosperó y se sobreseyó temporalmente.

        Según los antecedentes del abogado Zamora, hubo fallas de procedimiento durante la aplicación de la anestesia. "Cuando el anestesista se dio cuenta de que a Erika le faltaba oxígeno, comenzaron las maniobras, pero se demoraron 15 minutos en intentar intubarla. Hubo cuatro intentos en circunstancias que, según las recomendaciones médicas, si al segundo no resulta, se debe hacer un procedimiento de emergencia, como una traqueotomía. Finalmente, producto de no haber recibido oxígeno durante 15 minutos, ella quedó en estado vegetal".

        El profesional añadió que "mientras no esté a firme el fallo respecto del servicio de salud, lo mínimo es que por ética el hospital mantenga a Erika con los cuidados médicos que corresponden".

"A Michael Schiavo le diría que hable con Dios"

        El caso de Terri tocó profundamente al esposo de Erika. Acaba de juntarse con sus ex compañeros de Carabineros y conversaron mucho sobre la similitud de estas dos mujeres que, viviendo a miles de kilómetros de distancia, comparten el mismo sufrimiento.

        La radical diferencia es que Carlos Abarca jamás se ha planteado la posibilidad de cortarle el alimento a Erika.

        "Nunca –dice enfático–. Sería terrible pensar en algo así. Es como matar a una persona. Ella está existiendo, tiene su corazón bueno, está respirando y lo que estamos haciendo es alimentarla. Sólo Dios sabe hasta cuándo vivirá. Nadie tiene el derecho de quitarles la vida a los demás. Sólo Dios dice "hasta aquí llegamos".

        Y añade que "tampoco me he planteado que Dios se la lleve para tener una vida más tranquila. Si tengo que cuidarla y gastar lo que sea, lo seguiré haciendo y no es algo que me duela. Siento la satisfacción de que ella está bien y que no le falta nada".

        Carlos, al igual que el marido de Terri Schiavo, también rehízo su vida sentimental.

        Hace seis años que tiene una nueva pareja que ha sabido entender los abnegados cuidados que él brinda a Erika.

        Ella sabe que "es imposible que me olvide de Erika. Ella tiene que entender qué es lo primero y sé que si a ella le hubiera pasado algo similar, también habría actuado como yo".

        Por lo mismo, no entiende la postura del esposo de Terri, Michael Schiavo.

        —¿Qué le diría a él, habiendo vivido usted en carne propia lo mismo?

        "Que hablara con Dios. Que tuviera un raciocinio como persona, no como animal. Porque él está actuando con su mujer como si fuera un animal, cortándole el agua para poder matarla. Si quiere liberarse de Terri, que lo haga, pero no de esa forma. Que la entregue a sus familiares para que la mantengan, y que él se vaya. Creo que eso es lo mejor y no hacer un escándalo mundial con esto porque el que queda mal parado es él, nadie más".

El dilema médico en dos enfoques

        Los especialistas chilenos coinciden en que la situación que vive la norteamericana Terri Schiavo es una "de las más complejas" a que se ve enfrentada la medicina.

Director UC: La duda

        El director del Hospital Clínico de la Universidad Católica y médico intensivista, Alberto Dougnac, señala que en marzo del año pasado el Papa Juan Pablo II zanjó el tema al anunciar que la "nutrición y la hidratación están definidas como el cuidado básico y ordinario (que se le debe brindar a un enfermo) y, por lo tanto, son moralmente obligatorios".

        El que remueve esta alimentación "incurre en una eutanasia por omisión".

        Dice que brindar este soporte básico va más de allá de la voluntad de una persona. "La muerte está en el plano de la moral y ésta va más allá de la voluntad individual".

        Explica que un paciente que sufre este tipo de patología "puede presentar miles de complicaciones que requieren algún tipo de intervención. Está en juzgar la proporcionalidad de esas intervenciones las que puedan determinar el futuro del paciente".

        En Chile "no nos vamos a enfrascar en una discusión si se le alimenta o no. No hay duda en que hay que alimentarla, cuidarla, asearla. La duda estaría en si el paciente hace una complicación mayor lo debo llevar al hospital, lo debo operar, lo debo conectar a un respirador artificial. Estos son los problemas que a nosotros como chilenos se nos plantean".

Decano de la U: "Cualquier posición es legítima"

        "Este es un caso muy complejo. Cualquier posición a favor o en contra es igualmente legítima", dice el decano de Medicina de la Universidad de Chile, Jorge Las Heras.

        Pacientes como Terri, en estado vegetativo irreversible, que llevan 15 ó 20 años conectados, suelen dejar de ser resorte de los médicos y pasan prácticamente a depender de la familia, o parte de ella, que les mantienen los medios de sostén y alimentación, sostiene.

        Una situación como ésta tiene componentes humanos, éticos y económicos, plantea. "Mantener una persona 15 ó 20 años en un estado irreversible tiene un costo que no es menor para la familia e incluso para el Estado".

        Hasta ahora lo que más se acepta con este tipo de enfermos "es brindarle las condiciones mínimas de agua y alimento. Y no darle ningún apoyo si desarrolla una neumonía o un cuadro médico adicional". (Patricia Schuller)

Similitudes y diferencias

        Terri lleva 15 años en estado vegetal y Erika Sotelo 10 años.

        Michael Schiavo, esposo de Terri, peleó en los tribunales para poder cortarle la alimentación que la mantiene viva. A Carlos Abarca, marido de Erika, jamás se le ha pasado por la mente.

        Terri quedó vegetal a consecuencia de una dieta que le bajó bruscamente el potasio. Erika, en cambio, fue por un paro respiratorio mientras la anestesiaban para operarla del útero.

        En ambos casos se presume negligencia médica.

 

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