El respeto a la vida es
cuestión de principios
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CADA uno toma sus
posiciones y establece las coordenadas de su criterio. Hay
temas que no se resuelven en una convocatoria, ni siquiera
en una rueda de tertulias, hoy tan de actualidad. El triple
empate congresual, que dejó of-side la ley del
4° supuesto del aborto, el despeje momentáneo,
por 3 votos, de la ley de la eutanasia activa, junto con el
video del voluntario holocausto de Ramón Sampedro,
reabren el debate.
Nadie esta exento de razones, y
efectivamente existen argumentos que no deben dejarnos
indiferentes. ¿Quién no se estremece ante las
consecuencias no queridas de un devaneo, en edades poco
proclives a responsabilidades generacionales; o incluso ante
el dramático cuadro de una violación con
consecuencias demográficas?
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La adversidad entendida como reto:
hay casos que piden
una solución
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¿Quién permanece impasible ante el sufrimiento y
las limitaciones de quien por activa y pasiva pidió
que se le administrara una dosis de muerte, como
solución liberalizadora y dignificadora de una
postración que le parecía indigna?
¿Quién en determinado
ámbito geopolitico y social, degradado y degradante,
no prescribiría como último recurso -cuando la
pena no atiende a formalidades reeducadoras y normalizadoras
sino mucho más arcaicas y ejemplarizantes- la
instauración de la pena de muerte, si sólo con
ella se fuera capaz de restablecer el orden social
absolutamente quebrantado, que ponía en continuo
peligro la integridad del cuerpo social?
Los tres supuestos soportan
argumentos sólidos en uno y otro sentido, dependiendo
del posicionamiento del que los esgrime. Considero que todos
hemos experimentado una cierta evolución en
éstos y otros temas, que los años van
sedimentado como los estratos geológicos de nuestra
personalidad, y un corte transversal dejaria a la
intemperie.
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La dignidad de la vida, porque es
humana, reclama un importante esfuerzo por
defenderla
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En mi caso, he recorrido ciertas intransigencias
posicionales, aunque desde la vertiente del máximo
respeto a los demás. De todas, sólo guardo
una: la defensa a la vida no es cuestionable. He llegado a
esta conclusión, como espectador curioso y asombrado
ante la gran maravilla que supone el hombre, como
culminación del proceso creador, trascendente, libre,
capaz de lo mejor y de lo peor, principio, soporte y destino
último de cualquier carta de derechos fundamentales.
De forma que si admitimos el ataque a su génesis,
restamos importancia al primero de los derechos humanos: el
derecho a la vida, incluso desde la concepción
(momento en que surge la vida según la comunidad
científica internacional), estamos devaluando el
listado de los derechos fundamentales, estamos, como dijera
el clásico, levantando tronos a las premisas y
cadalsos a las conclusiones.
Sólo la legitima defensa
estricta supondría el conflicto justificativo de una
excepción defensiva, cuando los derechos
contrapuestos son de idéntica magnitud y
absolutamente excluyentes.
Por eso, uno está
fervorosamente al lado de las mujeres, denunciando los
sesenta y un asesinatos que, como producto de la violencia
doméstica, tuvimos, para verguenza de todos, que
padecer en 1997. Llega uno a sufrir con cada uno de los
niños maltratados; porque, no se lo pierdan, los
niños, que sin ningún género de dudas
son lo mejor de la vida, lo mejor de nosotros, son
también maltratados. Se pone uno en la piel de las
viejecitas holandesas que sienten temor cada vez que en la
residencia les administran un medicamento, y dudan si
será ahora o en el próximo constipado el
momento de aplicarles la terapia eutanásica.
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Hablar de dignidad y poner los
medios
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Admiro a los que son capaces de
transformar el sufrimiento y la limitación en fuente
de alegría y superación, en riqueza interior,
en entrega a los demás. Tengo que confesarles que me
impresionó mucho más el libro de Luis de Moya
(Sobre la marcha), que el video de Sampedro. Lo dos, con
idéntica limitación, dan dos respuestas
distintas, el segundo se quejaba de la vida
«indigna» a la que su limitación
había reducido su existencia, mientras el primero
considera que es un multimillonario al que le han robado mil
pesetas.
Estoy decididamente al lado de los
diputados del empate, de los tres votos de diferencia, de
los niños que trabajan y son maltratados, de las
madres solteras, de Moya, de los de Kosovo, de los
misioneros de Sierra Leona, de Annan, secretario de las
Naciones Unidas que con su intervención ha evitado el
segundo conflicto del Golfo, de las mujeres maltratadas y
como digo, sin paliativo alguno, de la vida. La muerte
buscada de propósito y aplicada como recurso
terapéutico personal, psicológico o social, no
puede nunca ser digna, la dignidad esta en la vida, y en
aceptarla como es.
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