Eutanasia

Por Jorge TRIAS SAGNIER

ABC, 16 de abril de 2001


Así están las cosas a los ojos de todos

Desde la aprobación hace unos días en Holanda de una ley que legaliza la eutanasia hay una gran polémica en todo el mundo sobre el asunto, especialmente en Alemania, donde en tiempos de Hitler los nazis asesinaron entre 1939 y 1941, usando gas experimental en muchos casos, alrededor de 100.000 hombres, mujeres y niños con discapacidades físicas y mentales. El "Herald Tribune", el más liberal de los rotativos internacionales, trataba este asunto el viernes pasado en primera página de forma bastante crítica y ofrecía algunos datos esclarecedores y estremecedores. Según ese diario, se calcula que en la pasada década alrededor de 3.000 personas anuales habían muerto en Holanda a manos de médicos de cabecera tras administrarles dosis letales de barbitúricos, y publicaba unas declaraciones del doctor Hopper, presidente de la principal asociación de médicos alemanes, en las que advertía lo siguiente: "Todo el mundo tiene derecho a una muerte digna, pero nadie tiene el derecho a ser matado. El riesgo de abuso es demasiado grande". Abuso que, según denunciaban diversas personas en ese diario, se producía constantemente en los Países Bajos donde muchas muertes eran provocadas sin consentimiento expreso de los enfermos.

Argumentos morales aparte

Siempre he creído que las creencias religiosas forman parte de la órbita de la intimidad y por ello procuro no utilizarlas como argumento para apoyar u oponerme a una cuestión controvertida donde generalmente entran en juego diversas cuestiones morales. Cuando fui diputado nunca utilicé argumentos de ese tipo en los debates, alguno de ellos tan controvertido y de rabiosa actualidad como el de las "parejas de hecho". No los voy a utilizar, tampoco con la cuestión de la eutanasia. De todas formas aquí debe tenerse en cuenta que lo que está en juego es algo muy superior a la moral, ya que se trata, nada menos, que del derecho a la vida. Derecho que, en ningún caso, implica el que otros puedan decidir, ni siquiera indirectamente, sobre tu propia muerte.

 

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