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Ciudad del Vaticano, Sábado 23 de marzo de 2002 |
Estímulo del Papa a la investigación y control los sanitarios | Ilustres señores y amables señoras: 1. Os dirijo de buen grado mi cordial saludo a todos los que participáis en este congreso que pretende sensibilizar a la opinión pública sobre el problema de la prevención del cáncer del aparato digestivo, con particular atención al cáncer de colon. Saludo, de modo especial, al profesor Alberto Montori, presidente de la Federación europea de enfermedades digestivas, y a cuantos han venido de diversas naciones para vuestro importante encuentro internacional. Al mismo tiempo, expreso mi vivo aprecio a los organizadores del congreso, a los miembros del comité científico, a los delegados, a los moderadores, a los relatores, a los estudiosos y a todos los que trabajan para combatir esa enfermedad, en la que se concentra vuestra atención. No podemos por menos de alegrarnos al constatar la creciente disponibilidad de recursos técnicos y farmacológicos, que permiten descubrir oportunamente en la mayor parte de los casos los síntomas del cáncer e intervenir así con más rapidez y eficacia. Os exhorto a no conformaros con los resultados obtenidos; es necesario continuar con confianza y tenacidad tanto en la investigación como en la terapia, utilizando los recursos científicos más avanzados. Ojalá que los jóvenes médicos sigan vuestro ejemplo y aprendan, gracias a vuestra ayuda, a recorrer este camino tan benéfico para la salud de todos. |
Un tratamiento exagerado sería una agresión a la dignidad |
2. Ciertamente, no se puede olvidar que el hombre es un ser limitado y mortal. Por tanto, es preciso acercarse al enfermo con un sano realismo, evitando crear en el que sufre el espejismo de que la medicina es omnipotente. Hay límites que son humanamente insuperables; en estos casos, es necesario saber acoger con serenidad la propia condición humana, que el creyente sabe leer a la luz de la voluntad divina. Esta se manifiesta también en la muerte, meta natural del curso de la vida en la tierra. Educar a la gente para que la acepte serenamente forma parte de vuestra misión. La complejidad del ser humano exige además
que, al proporcionarle los cuidados necesarios, no sólo se tenga en
cuenta el cuerpo, sino también el espíritu. Sería presuntuoso contar
entonces únicamente con la técnica. Desde este punto de vista, un ensañamiento
terapéutico exasperado, incluso con la mejor intención, en definitiva
no sólo sería inútil, sino que no respetaría plenamente al enfermo que
ya ha llegado a un estadio terminal. |
Apoyarse en normas deontológicas |
3. Ilustres señores y amables señoras,
realizáis un esfuerzo notable, con la ayuda de numerosos colaboradores
y voluntarios, para informar a la opinión pública sobre las posibilidades
de gozar de una salud mejor, regulando racionalmente los hábitos diarios
y sometiéndose a controles preventivos periódicos. Me alegro por vuestro
servicio y espero que vuestra profesión, siguiendo las normas deontológicas
que la regulan, se inspire siempre en los valores éticos
perennes, que le dan un sólido fundamento.
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