La Iglesia denuncia
la manipulación del «caso Sampedro» a favor de la eutanasia
27.II.98 ABC, Madrid.
Santiago Martín
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Los lesionados medulares denuncian la manipulación
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El Episcopado español hizo público
ayer un documento sobre la eutanasia. La oportunidad del mismo estaba
motivada por el auge de sus partidarios tras la muerte del tetrapléjico
Ramón Sampedro. Para los obispos, se está usando este
caso, «extremo y raro» para abrir una brecha a favor de la
eutanasia, haciéndolo pasar «por normal y común».
Monseñor Sánchez, que presentó el texto, pidió
ayudas fiscales para las familias afectadas.
El documento presentado ayer por monseñor Sánchez en
nombre de la Conferencia Episcopal no hablaba sólo del caso del
tetrapléjico Ramón Sampedro, pero no cabe duda de que
éste fue el motivo que provocó la aparición de
la declaración. Así lo avalaba además la presencia
entre los conferenciantes de Alberto de Pinto, inválido a consecuencia
de un accidente y actual presidente de la Federación Nacional
de Asociaciones de Lesionados Medulares y Grandes Minusválidos.
Fue precisamente Alberto de Pinto el que afrontó directamente
lo ocurrido con Sampedro: «Lo hemos lamentado particularmente -afirmó-,
no sólo por su final sino también por la manipulación
de que ha sido objeto por asociaciones que están a favor de la
eutanasia. Nosotros queremos manifestar en primer lugar que lo que ha
ocurrido con Ramón Sampedro ha sido un suicidio asistido. Queriendo
comprender las situaciones personales, sin juzgarlas, hay que señalar
que la mayoría de los miembros de nuestra Federación no
está de acuerdo con la eutanasia. Además, Ramón
Sampedro podía haber acabado con su vida por sus propios medios,
sin tener que pedir ayuda a nadie. Tetrapléjicos en peor estado
que él están en este momento amando la vida. En el momento
del accidente se suele padecer una depresión, en la que se desea
la muerte, pero si el enfermo recibe ayuda, sale adelante».
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Ayudas fiscales
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En la misma rueda de prensa, el obispo secretario de la Conferencia
Episcopal, monseñor Sánchez, reclamó del Gobierno
«desgravaciones fiscales para las familias que tienen gastos derivados
de la atención a los enfermos, ancianos o inválidos. No
brilla España -añadió- en este momento por una
política familiar ejemplar. Otros países europeos tienen
ya estas ayudas y aquí se está muy retrasado. Hay muchas
situaciones en las que las familias necesitan un tratamiento especial
en la legislación y en la fiscalidad».
En cuanto al documento, empieza por constatar la existencia de una
«campaña relanzada por el reconocimiento social y legal
de la eutanasia». «Entre nosotros -añade el texto-,
el caso de un tetrapléjico recientemente fallecido había
venido siendo utilizado desde hacía años para esa lucha.
Fue presentado con insistencia a la opinión pública como
alguien a quien se le estaba negando un derecho fundamental: dejar voluntariamente
de vivir una vida de sufrimiento que ya no era considerada por él
como digna de ser vivida. En cambio, quienes se oponen al reconocimiento
de ese supuesto derecho son acusados de represores de la libertad y
de insensibles al sufrimiento personal y al sentir cada vez más
común de la sociedad».
Los obispos consideran el caso de Sampedro como «un caso raro».
«Los tetrapléjicos -afirman- no están deseando morirse
ni, mucho menos, pidiendo que los eliminen. La imagen que se ha dado
de estas personas con el caso mencionado no corresponde a la realidad.
Ellos ni son ni se condieran a sí mismos seres indignos de vivir.
Pero una de las argucias de la lucha por el reconocimiento social y
legal de la eutanasia es precisamente esa: hacer pasar por normal y
común lo que es extremo y raro. Porque para lo extremo y raro
no haría falta legislar».
Tras constatar que la aprobación de la eutanasia no representaría
ninguna novedad, sino una regresión a un pasado en el que fue
legal, como sucedió en Grecia y Roma, insisten en que «la
eutanasia es siempre una forma de homicidio, pues implica que un hombre
da muerte a otro, ya mediante un acto positivo, ya mediante la omisión
de la atención y cuidados debidos».
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Calmantes y terapias
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No hay que confundir esto con algo que la Iglesia sí admite:
«la administración adecuada de calmantes, aunque ello tenga
como consecuencia el acortamiento de la vida, o la renuncia a terapias
desproporcionadas, que retrasan forzadamente la muerte a costa del sufrimiento
del moribundo y sus familiares. La muerte no ha de ser causada -afirman
los obispos-, pero tampoco absurdamente retrasada».
El documento culpa después al individualismo ateo y hedonista
del regreso de la eutanasia y recuerda que la vida es un don de Dios
y que «no está a nuestra disposición como si fuera
una finca o una cuenta bancaria. Concebir la vida como un objeto de
uso y abuso por parte del propietario es llevar a un extremo casi ridículo
el mezquino sentido burgués de la propiedad privada».
El documento de los obispos se extiende después señalando
las consecuencias que tendría la legalización de la eutanasia.
En primer lugar considera que se ejercería una presión
moral sobre los ancianos y los enfermos.
«La aceptación social y legal de la eutanasia generaría,
de hecho, una situación intolerable de presión moral institucionalizada
sobre los ancianos, los discapacitados o incapacitados y sobre todos
aquellos que, por un motivo u otro, pudieran sentirse como una carga
para sus familiares o para la sociedad. Ante el ejemplo de otros a quienes
se les hubiera aplicado la eutanasia de modo voluntario y reconocido,
¿cómo no iban a pensar estas personas si no tendrían
también ellas la obligación moral de pedir ser eliminadas
para dejar de ser gravosas?». Otra consecuencia sería que
los enfermos e inválidos se sentirían «menos dignos
y valiosos que los demás».
«Se dice y subraya -añade el documento- que la eutanasia
que se pide es la voluntaria. Por lo que acabamos de decir, la eutanasia
solicitada lleva consigo la malicia del suicidio y de la cooperación
con el suicidio. Pero además, los hechos demuestran que la aceptación
social y legal de la eutanasia voluntaria arrastra consigo la eutanasia
no voluntaria e incluso impuesta, es decir, el homicidio».
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El ejemplo de Holanda
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A este respecto, los obispos ofrecieron los datos de lo que está
sucediendo en Holanda, donde en 1995 murieron 19.600 personas mediante
eutanasia, de las cuales sólo 5.700 sabían lo que estaba
sucediendo.
Entre las consecuencias que acaerraría la legalización
de esta práctica, el Episcopado incluye la desconfianza por parte
de los enfermos hacia sus propias familias y hacia sus médicos.
«Sufrirían especialmente las relaciones entre los mayores
y los más jóvenes, en el seno de las familias, y entre
los pacientes y los facultativos, en las instituciones sanitarias».
El documento termina con una exhortación a procurar al enfermo
una muerte buena y digna, así como con una invocación
a las autoridades para que ayuden a las familias afectadas. «Dado
que los avances de la medicina y de la higiene permiten hoy que las
personas vivan con cierta frecuencia hasta edades avanzadas, no son
pocos los casos en los que las familias cuentan con ancianos a los que
atender, a veces en situaciones delicadas. Hay que ayudar a las familias
a cuidar bien a sus mayores, las cuales a veces se sienten impotentes
para afrontar solas determinadas situaciones», afirma el Episcopado.
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