Algunos, para excusarse y tratar de "comprender"
la vida que llevo, me dicen:
--Claro, tú como tienes fe...
Esa es la "absurda" razón que hace que los cristianos vivamos
un tipo de vida que ellos no quieren vivir. La fe, en efecto, hace descubrir
a Dios y, como dice la liturgia eucarística, por Él, con
Él y en Él el existir humano alcanza unas dimensiones
inimaginables para nosotros desde todos los puntos de vista.
Habría mucho que decir sobre cómo es nuestra vida en
Dios, pero no es lo que pretendo en estas páginas. Sí
me interesa subrayar que pienso que es importante hacerlo todo -cualesquiera
que sean las circunstancias personales del momento concreto- por Él,
para Él: por amor a Dios. Y las cosas no cambian por estar en
silla de ruedas o por tener una vida algo más complicada que
la mayoría de la gente. Aunque no sea yo una persona normal en
estos aspectos, en lo fundamental, sin embargo, soy exactamente como
los demás y procuro que el amor a Dios sea de hecho lo que me
impulse.
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No me falta el apoyo que necesito
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La fe va iluminándome de forma permanente, de modo que me considero
siempre ante mi Dios, contemplado por Él, en su presencia, aunque
a mí -lo siento de verdad- con frecuencia se me olvide. Mientras
leo, escribo, charlo con un amigo o veo un programa de televisión
se me va a veces el santo al cielo -nunca peor dicho- al perder de vista
que Él me contempla y me está queriendo y ayudándome
como un padre que desea para su hijo pequeño lo mejor.
¡Cuántas veces me quejo por dentro porque no comprendo
que las cosas no salgan como a mí me gustaría! Para esos
momentos ya me he acostumbrado a pensar que, siendo Quien es, lo sabe
todo y lo puede todo, que es infinitamente bueno y me quiere como a
un hijo. Se pone en juego la fe, que me sirve para no negarle, tampoco
cuando la vida se me pone cuesta arriba -"de punta", suelo decir-, cuando
me canso y miro las cosas de tejas abajo, pensando en lo duro que es
estar como estoy. Apoyándome en la fe, he ido comprobando que
todos los días, hasta los más duros, son soportables.
Honradamente, no puedo afirmar que haya padecido un excesivo sufrimiento,
sino que, para cada momento, para cada circunstancia, he contado con
una fuerza interior para amarle. Esto confirma mi fe.
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Situación de privilegio
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Me siento en una situación de privilegio respecto a los que no
tienen fe. Como se siente un astrónomo desde su punto de observación
ante el firmamento si se compara con el que sólo dispone de sus
sencillos ojos para mirar. ¡Cuántos más detalles
de la misma realidad es capaz de captar y transmitir quien dispone de
telescopio! Pues lo mismo ocurre con la fe. Gracias a ella veo: creo
que un Amor inmenso preside mi vida. Y la de todos, aunque muchos no
se den cuenta.
Por resumir mi problema, diría que soy un multimillonario que
ha perdido sólo mil pesetas.
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