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Eutanasia: el "suicidio asistido" de Occidente
María Valent ARBIL : nº 57; Nueva revista |
Para acercar la eutanasia se requieren ciertos presupuestos |
Introducción
Recientemente Bélgica se ha sumado a la letal iniciativa holandesa y ha despenalizado la eutanasia (a petición del paciente): las sucesivas modificaciones de la Ley (cada vez más permisiva respecto al aborto, la eutanasia y la manipulación o destrucción de embriones) son a la vez consecuencia y causa del creciente desprecio hacia la vida humana que experimenta Occidente (y muy especialmente hacia la vida, la dignidad y las personas humanas débiles, enfermizas, dependientes o discapacitadas). Por un lado, son consecuencia directa de la progresiva imposición de la denominada "cultura de la muerte". La Ley se modifica bajo la apariencia de una mera y deseable ampliación de los derechos y las libertades de los ciudadanos; pero lo cierto es que estos cambios requieren, no sólo un profundo cambio de mentalidad por parte de la sociedad en general, sino la destitución previa de los presupuestos antropológicos sobre los que descansa Occidente. No hubiera sido posible llegar a despenalizar el aborto sin negar la condición de "persona humana" del embrión, es decir, sin asumir que:
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Una ideología que impusa | Es evidente que el levantar
la prohibición del aborto o la eutanasia no surge de una actitud "neutral"
por parte del Estado, ya que asume una ideología concreta e incompatible
con aquellas que presuponen que todos los seres humanos son iguales en
dignidad y derechos y que es la misma vida humana (que, dicho sea de paso,
se inicia en el momento de la concepción) la que fundamenta la dignidad. La introducción de estos profundos cambios en los fundamentos del Derecho y de la vida social, nos sitúa en una espiral de pendiente descendente y resbaladiza, que conduce inevitablemente a la aceptación de la eutanasia (voluntaria o no), el suicidio y la instrumentalización de personas humanas (manipulación de embriones). Pero la despenalización de la eutanasia no es sólo un signo de esta grave crisis de valores: es también uno de los factores que contribuyen a su difusión y consolidación. El efecto "educador" de la Ley tiene por consecuencia que los ciudadanos perciban como bueno y lícito aquello que está amparado, permitido o no prohibido por ella. |
Es preciso inducir a error a la opinión pública |
Argumentos
a favor de la eutanasia |
Precisiones terminológicas |
Conceptos
relacionados
De estas cinco opciones, las dos primeras resultan inaceptables. La actitud médica debe tender a la ortotanasia y proporcionar en todo momento los cuidados paliativos pertinentes (muy especialmente el tratamiento del dolor) aunque éstos últimos puedan comprometer razonablemente la vida y la conciencia del enfermo terminal (eutanasia lenitiva). |
Cualquier alternativa no es razonable | Hoy por hoy, es posible (y
obligado) tratar el dolor y evitar el ensañamiento terapéutico sin recurrir
a la eutanasia, de modo que me atrevo a tildar de malintencionadamente
engañosos los argumentos que se utilizan para volver la opinión pública
favorable a la eutanasia. La alternativa a la distanasia es la adistansia
(pero NO la eutanasia); y la alternativa a no tratar adecuadamente el
sufrimiento del enfermo terminal, son los cuidados paliativos (pero NO
la eutanasia). En general, la cultura de la muerte impone sus mandatos de un modo especialmente perverso: no es que logre que el aborto o la eutanasia sean "males tolerados" que aceptamos con resignación; es que consigue que sean vistos como un bien; más aún, como una exigencia moral: por compasión hacia el que está pasando un mal momento, cualquier medio es válido con tal de aliviar su sufrimiento (no importa que el precio sea una vida humana). |
Basándose en un peculiar concepto de dignidad humana | Intentos
de fundamentar la legitimidad de la eutanasia El supuesto derecho a una "vida digna" y los intentos de garantizarla, pues a menudo se defiende la eutanasia como sinónimo de "muerte digna" y se plantea ésta última como un derecho que el estado debe garantizar. Este supuesto "derecho a una muerte digna" arranca del también "supuesto" derecho a una vida digna. Y digo "supuestos derechos" de un modo insistente porque no es riguroso afirmar que la vida, la vida digna, la salud o la muerte digna sean derechos. Cuando hablamos del "derecho a la vida", en realidad, deberíamos decir "derecho a que nadie atente contra nuestra vida o nos la arrebate". En el caso del "derecho a una vida digna" deberíamos hablar del "derecho a que nadie atente contra nuestra integridad física, psicológica y moral o nos someta a unas condiciones de vida indignas"; en el caso del derecho a una "muerte digna" deberíamos hablar más bien del derecho a ser atendidos y cuidados como personas humanas en el momento de la última agonía. Estas matizaciones pueden parecer impertinentes e innecesarias ya que, por un lado, resulta ofensivo dudar de que la gente pueda tener dificultades para entender lo que realmente se quiere decir con este modo de hablar (es evidente que con la expresión "derecho a la salud" se hace referencia al derecho a ser convenientemente atendidos en caso de enfermedad ya que la salud no puede plantearse como un derecho por razones obvias); por otro lado, parece que la rigurosidad en el lenguaje no es algo tan trascendente como para insistir en ello de un modo tan obsesivo. Pero lo cierto es que mucha gente no percibe la imposibilidad de adjudicar a la vida (o a la vida digna) el estatuto de "derecho" y que cuanto más sutiles son los errores de partida, más graves son las consecuencias que de ellos se pueden derivar. La dignidad ontológica de las personas humanas se desprende del mero hecho de ser lo que somos: seres humanos; esta dignidad es la misma para todos, en todos los momentos y circunstancias de nuestra vida, no podemos ni perderla ni ganarla, incrementarla o disminuirla y, por supuesto, no está sujeta a las condiciones o la calidad de vida. |
Un matiz de enorme relevancia | Entonces... ¿qué se
entiende por vida digna? Si partimos de la base de que todas
las personas son iguales en dignidad con independencia de todas las variables
inter o intraindividuales, no tiene sentido el hablar de "vida
digna" sin más (puesto que la persona no puede perder o renunciar
a su dignidad; todas las vidas humanas son igualmente dignas); de lo que
sí podríamos hablar es de las condiciones de vida, que pueden ser más
o menos acordes y respetuosas con la dignidad y los derechos de la persona. Pero la mentalidad pro-eutanasia (o, en términos más generales, la "cultura de la muerte") niega que la dignidad de la persona humana resida en el mero de hecho de "ser": al contrario: equipara la dignidad de la persona humana a la "calidad de vida", al "bienestar" (es decir: a la "dignidad" de sus condiciones de vida), de modo que no todas las personas serían igualmente dignas (ni la dignidad de una misma persona sería constante a lo largo de su vida). Una persona sería tanto más digna cuanto mayor fuera su calidad de vida. Bajo este prisma, el hablar de "vida digna" tiene un significado muy distinto al que esgrimíamos antes: ciertamente, habría vidas más dignas que otras. Simultáneamente, establecen un nivel crítico de calidad de vida que permitiría distinguir entre las vidas satisfactoriamente dignas (seres humanos con dignidad o, lo que es lo mismo: "personas" dignas) y las insuficientemente dignas (o vidas indignas, "sin valor": seres humanos sin dignidad). El error de fondo de este planteamiento es identificar la "dignidad de las condiciones de vida" con la "dignidad de la persona humana" (una vez más, se trata de un sutil matiz). |
Consecuencias de no apreciar el matiz | Para no escandalizar ni asustar
a la opinión pública, continúan afirmando que todas las personas humanas
tienen dignidad: pero para llegar a esta conclusión partiendo de la distinción
entre vidas dignas y vidas indignas deben hacer la siguiente afirmación:
sólo son personas aquellos seres humanos cuya vida supera un mínimo de
calidad (es decir, cuya vida es digna); el resto, son seres humanos pero
no personas. En este caso, es la dignidad (es decir, la calidad de vida)
lo que fundamentaría la vida propiamente humana (el ser persona) y no
la vida humana (es decir, el ser persona) el fundamento de la dignidad.
Pero el planteamiento pro-eutanásico va mucho más allá: establece que el "derecho a una vida digna" es literal: todo el mundo debe poder exigir una existencia digna (es decir, en condiciones dignas). Pero plantean este derecho al revés (como el negativo de una fotografía) y afirman que todos tenemos derecho a no vivir una vida indigna (que no es exactamente lo mismo que afirmar que todos tenemos derecho a vivir una vida digna). La diferencia estriba en que, en este último caso, si realmente la vida digna es un derecho, es responsabilidad de todos el lograr que las personas cuya vida se encuentra por debajo del nivel crítico de calidad, superen ese límite establecido. Pero si lo que hay que garantizar es el derecho a no vivir en unas condiciones de vida indignas, entonces resulta muy eficaz el poner fin a las vidas consideradas indignas. En este contexto, la "muerte digna" sería aquella muerte sin dolor que pone fin a una vida indigna (y que permite hacer valer el derecho de vivir sólo en condiciones dignas). |
En cuyo caso no importa | Además, este último acto eutanásico
no sería considerado una vulneración del derecho fundamental a la vida
puesto que al tratarse de seres humanos sin dignidad, no se trata de personas
humanas y, por tanto no serían sujeto de derechos que fuera preciso respetar.
En este punto, el planteamiento pro-eutanásico entra en contradicción,
porque si realmente no se vulnera el derecho a la vida debido a que el
ser humano candidato a la eutanasia no es persona y, por tanto, carece
de derechos, no tendría sentido el plantear la eutanasia como un derecho.
El único modo de garantizar a las personas que su vida siempre será digna (es decir, en condiciones acordes a su dignidad), es privarlas de la vida en cuanto sus limitaciones humanas les impidan superar el nivel crítico de calidad. Es un modo muy peculiar de garantizar el derecho a una vida digna: "la vida humana, o será digna, o no será". No siempre está en nuestras manos el proporcionar unas condiciones de vida dignas, pero siempre disponemos de la posibilidad de poner fin a las vidas "indignas". |
Se frena la medicina y la vida humana es de valor relativo | Consecuencias
de la despenalización y/o la legalización de la eutanasia Como ya he dicho al empezar, la despenalización de la eutanasia no es sólo el fruto de la imposición de la cultura de la muerte, sino que es también semilla de grandes males: Por un lado, es indiscutible que adoptar la eutanasia (y el aborto) como una opción médica legítima para acabar con determinadas enfermedades o con el sufrimiento que éstas generan, frena la investigación y el avance de la medicina: lo que impulsa la investigación y el desarrollo de nuevas terapias son las enfermedades y los síntomas que todavía no sabemos curar o paliar satisfactoriamente: si optamos por eliminar tranquilamente a los enfermos que nuestra ignorancia no nos permite curar... ¿para qué intentar buscar medios que nos ofrezcan alternativas a lo que consideramos una opción lícita y de eficacia insuperable? La eutanasia y el aborto inducen la mentalidad eugenésica: es decir, la legitimación de eliminar a las personas enfermizas, deficientes, discapacitadas o "inútiles", previa negación de su condición de personas humanas, de su dignidad y de sus derechos. La generalización de la eutanasia (así como el hecho de que sea aceptada como un bien) contribuye a fortalecer la percepción de que una vida con dificultades, limitaciones y padecimientos no merece la pena ser vivida. Esto se materializa en un incremento de la eutanasia voluntaria (percepción de que la propia vida no merece la pena ser vivida) e involuntaria (convicción de que la vida mermada de determinados pacientes o parientes carece de valor). |
Complejos de culpabilidad | El incremento de la demanda de eutanasia voluntaria se produce como consecuencia de la percepción de que la propia vida no merece la pena ser vivida y también como consecuencia de la presión social, que puede llevar a un enfermo crónico sumamente dependiente a sentirse culpable por no solicitar la eutanasia y aliviar de este modo a los familiares que deben hacerse cargo de él. Esta consecuencia de la eutanasia me preocupa y me indigna de un modo especial: los efectos negativos que la despenalización de la eutanasia tiene sobre los enfermos crónicos, incurables, dependientes o terminales deberían constituir un motivo suficiente para no despenalizarla. |
La eutanasia involuntaria se extiende y el médico cambia su naturaleza | El incremento de la eutanasia
involuntaria también es consecuencia de dos efectos: por un lado, la vida
de muchos enfermos terminales o crónicos puede ser juzgada por los familiares
o los médicos como una de esas vidas "sin valor" candidatas
a la eutanasia. En caso de que el enfermo no se encuentre en condiciones
de manifestar su voluntad, pueden ser terceras personas las que lleguen
a la conclusión de que, con toda certeza, si el paciente pudiera comunicarse,
solicitaría la eutanasia. Por otro lado, el médico que ha practicado una
sola eutanasia, tiene dos opciones: o pensar que ha matado a un paciente
(cosa que no suele ser nada fácil de asumir) o que ha obrado con rectitud:
convencerse de esto último resulta mucho más satisfactorio y, además,
la presión social lo favorece en gran medida. Pero un médico convencido
de que la eutanasia es una opción médica legítima, es un peligro, porque
cada vez le costará menos reconocer, en el rostro de los enfermos, a un
candidato que puede beneficiarse de su eficaz y definitiva medicina. La vinculación de la eutanasia a la profesión médica corrompe la relación médico-paciente, basada en el respeto y la confianza. Pretender que los médicos lleven a cabo la eutanasia supone vulnerar el principio más fundamental de la medicina (primum non nocere) y modifica sus objetivos clásicos (curar, paliar y consolar al enfermo). La actitud eutanásica es válida en veterinaria ("muerto el perro, muerta la rabia", ya que puede ser prioritario matar al perro para acabar con la rabia) pero no en medicina: no es legítimo poner fin a la vida de los enfermos para erradicar la enfermedad y garantizar la salud o la calidad de vida de los supervivientes. |
Es una cultura que pretende imponerse | Conclusión La cultura de la muerte le ha arrebatado al hombre su excelente y suprema dignidad. Y lo ha hecho precisamente en la sociedad que más alardea de garantizar el respeto a los derechos y a la dignidad de las personas. Lo más impresionante es que nadie parece haberse dado cuenta de ello o, por lo menos, nadie parece darle demasiada importancia. Parece irrelevante que, a fin de poder justificar el aborto o la eutanasia, se niegue la igualdad en dignidad y derechos de todos los seres humanos o que todos ellos sean personas. La imposición de la cultura de la muerte, que viene marcada por la sublimación del éxito, la autonomía, la autoafirmación, la imposición continua de la propia voluntad y la satisfacción inmediata de todos los deseos conduce, a medio plazo, a la aceptación del divorcio, el aborto, la manipulación, destrucción e instrumentalización de embriones, la eutanasia, la eugenesia y el suicidio. La cultura de la muerte fundamenta la dignidad de la vida humana en el bienestar y la calidad de vida, de modo que los seres humanos cuya vida se encuentra por debajo de un cierto nivel crítico de calidad, no son considerados personas humanas y, por lo tanto, carecen de dignidad y de derechos. |
Es una espiral de muerte e imparable | La cultura de la muerte no
tolera la imperfección, ni el sufrimiento, ni el dolor, ni la contrariedad,
de modo que opta por erradicarlas a toda costa, incluso al precio de eliminar
a las personas que sufren o nos hacen sufrir a causa de sus incurables
limitaciones. Admitir el aborto conduce a la despenalización de la eutanasia, puesto que es incomprensible que se permita acabar con la vida del propio hijo y no se permita poner fin a la propia vida. A su vez, la eutanasia conduce al suicidio, ya que la justificación filosófica de la eutanasia es que una vida con poco grado de bienestar, no es una vida digna, de modo que no se trata de una vida propiamente humana y, por tanto, puede ser eliminada sin reparos. Otra forma de justificar la eutanasia es alegando el derecho a la autonomía y la autodeterminación (es decir, el derecho de hacer con nosotros mismos lo que nos plazca). En ambos casos, no es posible limitar el "derecho a poner fin a la propia vida" a las situaciones de grave enfermedad, porque hay muchas circunstancias que comprometen la calidad de vida y, en último término, el único que podría juzgar el grado de bienestar de una vida y si merece la pena o no ser vivida, sería uno mismo. El aborto termina con la vida incipiente; la eutanasia, acaba con los mayores de la sociedad y con las personas más débiles y dependientes; la fecundación in vitro y la eugenesia seleccionan a los sanos y eliminan los "defectuosos" y el suicidio permite poner fin a la propia vida a los que constatan su imperfección o se sienten fracasados,... ¿quien sobrevivirá la letal peste que difunde a sus anchas por occidente? La cultura de la muerte no sólo amenaza Occidente por una cuestión demográfica: la persistencia de una cultura a lo largo del tiempo, exige tres cosas: por un lado, que haya alguien a quien transmitir esa cultura; por otro, que haya una cultura que transmitir y, por último, que haya alguien capaz de transmitirla. |
La "cultura de la muerte" está cavando su propia tumba |
La cultura de la muerte compromete los
tres requisitos, ya que:
Estoy convencida de que la cultura de la muerte causará
estragos en Occidente (de hecho, ya los está causando, aunque los verdugos
y sus víctimas son muy silenciosos y los estremecedores crímenes pasan
desapercibidos). Pero también estoy convencida de que la cultura de
la muerte acabará por autodestruirse; es más, no creo que le dé tiempo
a tanto, porque la cultura de la vida surge con fuerza allí donde la
vida misma está más amenazada, mientras que la cultura de la muerte
surge allí donde hay bienestar y calma. Después de muchos años de tranquilidad
y aparente seguridad (en las que nos hemos ido olvidando de la necesidad
de velar sin descanso por las vidas humanas) la vida vuelve a estar
gravemente amenazada en Occidente y, aunque la amenaza es un mal (sobretodo
cuando se lleva a cabo) permite recobrar la conciencia del valor de
aquello que puede llegar a perderse. |
Bibliografía
Recomiendo especialmente la página http://www.muertedigna.org 1- La Eutanasia: un estudio general, Adolfo J. Castañeda http://www.iespana.es/revista-arbil/(30)euta.htm 2- Cómo refutar los argumentos a favor de la eutanasia y el suicidio asistido http://www.iespana.es/revista-arbil/(40)euta.htm 3- Derecho a la vida y eutanasia, Pablo Nuevo http://www.iespana.es/revista-arbil/(16)nuev.htm 4- La eutanasia, una pasión mortal, Dr. Gonzalo Herranz http://www.muertedigna.org/textos/euta211.html 5- Los médicos y la eutanasia, Dr. Gonzalo Herranz http://www.muertedigna.org/textos/euta29.html 6- Las razones médicas contra la legalización de la eutanasia http://www.muertedigna.org/textos/euta225.htm 7- El respeto debido a la debilidad, Dr, Gonzalo Herranz 8- ¿Hacia una legalización de la eutanasia voluntaria? Reflexiones acerca de la tesis de la autonomía (Dr. E. Montero) 9- Eutanasia versus Cuidados Paliativos (Dr. J. Marigorta) 10- El "Testamento vital". Complicadas instrucciones de uso (R. Serrano) 11- Eutanasia, la muerte dulce (Card. D. Tettamanzi) 12- Aspectos éticos en la situación terminal de enfermedad (J. Vega) 13- Eutanasia y Distanasia- aspectos legales y deontológicos (P. Martínez Baza y J. Vega) 14- Muerte a petición- ¿caridad o crimen? (Dr. Hans Thomas) Reflexiones sobre la filosofía de Anselm Winfried Müller 15- Eutanasia- ¿son igualmente legítimas la acción y la omisión? (Dr. Hans Thomas) 16- La forma holandesa de morir (ed. The Wall Street Journal) Cómo se ha llegado en Holanda a la fácil aceptación de la eutanasia por parte de la clase médica 17- Ayudar y ser ayudados a cualquier edad (Millán Puelles) 18- Terminología acerca de la Eutanasia (Javier Vega) Breve explicación terminológica. |
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